La trampa del reforzamiento negativo
Esta escena es increiblemente común en nuestro día a día:
Una madre (o padre) están en el supermercado haciendo la compra. Cuando pasan por la caja, el niño (o niña) coje un paquete de caramelos y pide comprarlos. Cuando se le dice que no, la criatura insiste, y con cada negativa va subiendo el tono hasta que acaba con una rabieta que consigue atraer la atención de gran parte de supermecado. Para cortar esta situación, creyendo que se hace correctamente, se acceden a las exigencias del niño y cesan los llantos y pataletas (con suerte no se ha tirado al suelo y no nos toca meter a la lavadora la ropa del nene).
En este momento todo el mundo cree haberse salido con la suya, al menos a corto plazo. El niño tiene los caramelos y la madre puede terminar la mañana con tranquilidad. Sin embargo a largo plazo se ha perpetuado un refinado sistema de coacción por parte del niño. A esto se le llama la trampa del reforzamiento negativo.
Veamos qué está pasando:
Desde el punto de vista del niño, éste aprende que puede conseguir las cosas que desea (reforzador) mediante una rabieta (conducta), así que tenderá a repetirlo en siguientes ocasiones.
Desde el punto de vista de la madre, al comprar los caramelos (conducta) elimina la situación desagradable como es la rabieta (reforzador negativo) y consigue un alivio inmediato (reforzador), por lo que tenderá a repetir la conducta en otras ocasiones.
Si queremos evitar o reconducir estas situaciones, se utilizará generalmente la técnica de la extinción, esto es, ni reforzar ni castigar la conducta del niño. El niño entenderá que la rabieta no lleva a nada y se cansará.
En la medida en la que esta conducta indeseable está instaurada, deberemos ser más pacientes y tenaces con la extinción, y compaginarla con otras prácticas parentales adecuadas (atentos a este término, porque es el importante), como es el reforzar positivamente las conductas deseables, dar ordenes claras y cortas, y otras más que iremos explicando poco a poco.
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